miércoles, 15 de abril de 2015

Relatos y Leyendas del Comala de Ayer, "Robo al Templo de San Miguel"

RELATOS Y LEYENDAS DEL COMALA DE AYER
ROBOS AL TEMPLO DE SAN MIGUEL.
Profr. Rubén Jaime Valencia Salazar

Don Pablo y doña María disfrutaban de un matrimonio consistente, inculcando a sus tres hijos, Petra, Cesárea y Mariano, sólidos principios morales.
Don Pablito, nombrado así por la totalidad del vecindario, quizá por su escasa estatura y
complexión física o por ser todo bondad y atención para con sus semejantes, laboraba en la Compañía Hidroeléctrica de Occidente como responsable en subsanar las fallas en las líneas conductoras de energía o realizando nuevos suministros en los domicilios solicitantes. Don Pablito era auxiliado en los gastos del hogar por su esposa e hijas quienes elaboraban, manualmente, prendas de vestir de especial belleza.
Mariano, el menor de la familia, desde niño demostró una total apatía por el trabajo, pero no así por la vanidad y presunción personal, por lo que muy pronto se inició en el consumo de bebidas embriagantes y en los juegos de azahar; contrajo matrimonio y procreó dos hijos, a quienes los hundió en la miseria y malos tratos físicos.
Mariano, para solventar en parte los gastos que le originaban sus vicios, en algunas ocasiones auxiliaba a su padre en el oficio que el mismo le había enseñado, reparando desperfectos en líneas o realizando instalaciones domiciliarias. 
Fue requerido por el Párroco de la Iglesia de San Miguel para realizar algunos trabajos en el templo, lo que aprovechó para premeditar e iniciar algunos hurtos de las limosnas depositadas por los fieles, robos que inicialmente fueron mínimos y posteriormente los realizó con mayor frecuencia y cantidad.
El Sacerdote al descubrir los faltantes optó por enterar a las autoridades policíacas y éstas implantaron una maniobra dejando algunos agentes en lugares estratégicos del interior. Entrada la noche pudieron observar que una persona, auxiliándose de larga escalera, se introducía por uno de los ventanales existentes en la parte superior, continuaba su trayecto por un mínimo espacio, llegaba hasta uno de los costados del altar principal y descendía por la escalinata localizada en la parte posterior, acercándose hasta el cepo que guardaba las limosnas y al iniciar su recolección, Mariano, fue sorprendido por los agentes.
Al conocerse la noticia en el pueblo un grupo de personas expresaban su deseo de lincharlo, por lo que las autoridades lo resguardaron y trasladaron a la ciudad de Colima para que fuera juzgado conforme a la ley.
Extrema fue la pena y vergüenza familiar, don Pablito enfermó y al poco tiempo falleció; doña María y una de las hermanas del malhechor sufrieron derrame cerebral que les dejó imposibilitadas para realizar la más mínima de las labores y la restante, en unión de las sobrevivientes optó por abandonar el pueblo.
La esposa e hijos menores de Mariano fueron auxiliados por familiares y amistades para que pudieran sobrevivir y ya purgada la sentencia de éste, quien permaneció por varios años encarcelado, se unieron a él y se trasladaron a la ciudad de México, lugar en donde se rehabilitó y laboró como jefe de cobranzas de una importante industria cementera hasta que lo sorprendió la muerte, a sus 89 años de edad, el 11 de Octubre del año 2004. 













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