lunes, 15 de junio de 2015

Velorio en la sastrería. Cuentos y Leyendas Comaltecas, por Ruben Jaime Valencia Salazar

VELORIO EN LA SASTRERIA
Relatos y Leyendas Comaltecas
Por Rubén Jaime Valencia Salazar
Leopoldo y Jesús, “el Picho” se encontraban en el interior de su negocio de sastrería, situado en uno de los costados del  puente “de los suspiros”, desanimados y desalentados porque las horas trascurrían y no habían realizado ninguna de sus acostumbradas “travesuras”.
Las telas existentes para la hechura de algunos pantalones les servirían en la “diablura” imaginada en ese momento, “el Picho” sale del establecimiento y al regresar lleva consigo algunas sábanas, cuatro velas largas y gordas, así como recipientes para la colocación de éstas.
Sólo unos breves minutos fueron suficientes para que ambos sastres tuvieran colocada, en el centro del taller, una simulación perfecta de un cadáver cubierto con sábanas y los cuatro cirios encendidos, así como el encontrarse ellos mismos, postrados de hinojos, elevando oraciones para el eterno descanso del alma del “difunto”.
La ubicación del taller era la perfecta por el nutrido tráfico de personas, por lo que no tardaron en recibir a quienes les interrogaban sobre lo acontecido, sólo se limitaban a informar que un desconocido se había tirado desde la parte más alta del puente y las autoridades les habían solicitado el espacio, mientras investigaban la procedencia del mismo.
Las solicitudes de observación al “difunto” y colaborar en su identificación eran negadas, según su decir, por órdenes de la misma autoridad, ya que el cuerpo se encontraba totalmente destrozado y se evitarían posibles secuelas de “traumas” en quienes lo vieran.
La noticia sobre lo acontecido se difundió en el pueblo y en breves momentos era insuficiente el local y hasta el espacio de calle, para dar cabida a multitud de curiosos que llegaban a cerciorarse de lo acontecido, así como mujeres, que llevando consigo ollas con café, se disponían a elevar oraciones por el difunto y muchos de los llegados hasta dejaban monedas para la compra del ataúd.
Todo se realizaba a la perfección y los “sastres” disfrutaron del acontecimiento hasta la llegada de las autoridades para cerciorarse de lo acontecido y dar curso legal a los hechos, algunos de los presentes rieron por la “ocurrencia”, otros dieron muestras de disgusto por haber sido engañados y los promotores de la “vacilada” permanecieron durante 36 horas recluidos en la cárcel municipal y salieron en libertad después de cubrir la sanción económica correspondiente.



















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