sábado, 15 de abril de 2017

Los Cristeros del Volcán de Colima, viene de la anterior

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Viene de la edición anterior
"Por el medio de los dos volcanes y sin sacerdote"
Crónica del 27 de abril al 2 de agosto de 1927

Después de la charla común, Dionisio Eduardo Ochoa habló a solas con el Padre; le expuso que el objeto principal de su viaje había sido buscarlo y entrevistarlo para rogarle que no los fuese a dejar solos; que no era posible que luchando por Cristo, viviesen sin un sacerdote, careciendo de los auxilios de la Religión, más aún con el peligro de muerte; día a día.

El Padre don Mariano escuchó; pero ya él estaba decidido a volverse ocultamente a Tonila, y de allí, a la misma ciudad de Colima. El no sentía que fuese deber suyo -como en realidad no lo era- ser el Capellán del movimiento cristero. Además, él no era para avenirse a una vida de columna, propiamente sin cuartel, como veían bien claro que se iba a continuar, y tuvo que excusarse.
Dionisio Eduardo Ochoa nada consiguió por tanto y, bebiéndose él solo su amargura, sin decir ni una palabra a sus compañeros y con la garganta hecha nudo por aquella pena, prosiguió su camino a Caucentla, tomando las precauciones debidas, porque temían que aún hubiera por ahí gente enemiga.
Caía la tarde cuando se llegó a inmediaciones del viejo campamento de Caucentla. Adolfo Ceballos rogó al Gral. Ochoa le diese permiso, aprovechando la cercanía de Tonila, para ir a buscar su familia. El máuser de él fue entregado a J. Trinidad Trillo, quien continuó haciendo las veces de asistente del jefe Ochoa.
Estando Ceballos aún ahí, el Gral. Ochoa se decidía a cometer el problema de ir hasta las viejas trincheras a buscar su garniel.
- Don Nicho, creo que está peligroso ir -dice Adolfo Ceballos-Yo creo que no conviene. En realidad, era una aventura. 
J. Trinidad Trillo, resuelto, audaz y leal como siempre dice: - Si gusta, don Nicho, yo lo acompaño. - De acuerdo; vamos. Y cubriéndose entre los árboles, porque temían que hubiese por ahí, emboscado; algún destacamento enemigo, como, en realidad, parece que lo había, llegaron el jefe Ochoa y su nuevo asistente Trini Trillo al lugar del escondite. -Aquí, entre esas piedras. Sí, aquí. Aquí está. ¡Bendito sea Dios que lo encontramos! Y lo recogieron y se volvieron a donde estaban sus compañeros.

A TONILA

Y marcharon sin más demora, cuesta abajo, hacia Tonila. Y mientras el jefe D. Natividad Aguilar, Trini Trillo y Mariano Anguiano quedaban por ahí, ocultos, en algún ranchito de
personas amigas de las cercanías de la población, Dionisio Eduardo Ochoa y Miguel Anguiano Márquez entraban a Tonila y llamaban a la puerta de Patricio Villaseñor, el presidente municipal, que era amigo del jefe Ochoa. Con él se hospedaron. Era la noche del sábado 30 de abril. Unas horas más y amanecería el mes de mayo.
CONTINUARÁ......

























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